Esta serie de pinturas se definen como “Pop”, algo contradictorio para obras supuestamente abstractas; esto es posible porque están remitiéndonos a la realidad sobre la que fueron construidas: el vasto universo de la cultura popular contemporánea. Al seleccionar como tema a los productos de una cultura mediática, cultura de consumidor, Jim se convierte en un productor en sí mismo, tras un intenso proceso de filtrado intelectual. Y ésta es una aptitud indudablemente “Pop”.
A semejanza de los grafitis anónimos de los baños públicos -donde capas sobre capas, de forma viva e irracional, las paredes adquieren una configuración cambiante, nunca definitiva-; en estas obras las citas son divergentes, casi infinitas. Hay un aliento urbano, salvaje, irónico, sexual; de inspiración marginal, callejera. Se entremezclan el grafismo de los “comics”, la euforia de los “cartoons”, la improvisación del jazz, o la violencia del “punk”. Todo esto resuelto y calculado plásticamente en un estilo que llega a ser elegante, hedonista, voluptuoso, sin dejar de ser fiel a la definición que el propio creador le ha asignado: arte de letrina. Este artista nada vernáculo -más bien un “outsider”-, está afirmando, gritando, que este tiempo es el mejor tiempo de todos los tiempos posibles.
(Yamel Pérez Tosco, La Habana, 2003).