A 50 años de distancia, el año 1968 permanece inconcluso, a la espera de que el movimiento cíclico de la historia zanje, en algunas de sus espirales de desarrollo, las cuentas pendientes que dejó. Se les ha preguntado a los artistas invitados a Bodas de Oro acerca de 1968. Algunos lo recuerdan, pero otros, los más jóvenes, solo oyeron ecos y desde Cuba han tenido poca o ninguna información. Sus obras, en cambio aluden en muchos sentidos a su presencia. José A. Figueroa, el último de los “Korda”, redime al Studio Korda confiscado en marzo de 1968 en su presencia y reclama responsabilidad histórica por su pérdida; Celia-Junior repasan en síntesis las contracciones y expansiones (estas últimas relativas) de la economía cubana entre 1968 y 2017; Reynier Leyva Novo reconstruye en un concierto silente, las estrofas de parte del cancionero popular que fue vetado en los medios nacionales, pero que todos cantábamos a escondidas. Su performance fue censurado por el Ministerio de Relaciones Exteriores Cubano y la gubernamental Asociación Nacional de Sordos e Hipoacúsicos de Cuba horas antes del opening de la exhibición. Fidel García, propone para esta oportunidad instalar una estación en la Antártida que posibilite el libre acceso a la comunicación (mediante un software que opera a través de la deep web) sin margen a la censura; y Alejandro González re-edita inteligentemente una de sus obras de 2009, que construye la palabra «cambio», como un ejercicio tautológico en el que una sola palabra reproduce un contenido económico-social y político que sigue siendo el reclamo de muchos, en muchas latitudes.